El arte de reírse de uno mismo


  En el post de hoy, en lugar de seguir la propuesta de la actividad de reflexión y análisis 12, he decidido tratar un tema que me resulta apasionante y considero oportuno traer a colación: el arte de reírse de uno mismo y la utilidad de la expresión corporal en el contexto escolar. 

  Tras acabar la carrera, empecé a formarme en el mundo de las artes escénicas, porque creo que ayuda mucho a la hora de facilitar la comunicación, la seguridad en nosotros mismos y mejorar la forma que tenemos de tratar con el resto, gracias al ejercicio de la empatía. Además, entiendo que a la hora de desenvolverse de una manera natural, tanto en el ámbito cotidiano como en el contexto del aula, el empleo de la técnica teatral es una buena herramienta. Y que su aplicación en las clases, tanto desde la perspectiva del docente a la hora de conseguir captar la atención del alumnado y dinamizar las clases, como desde la de este último, tanto si es a modo de espectador, como de actor propiamente, abre nuevos caminos, distintas perspectivas y facetas de nuestra persona y el resto de ellas. Si bien no es algo que pueda hacerse de forma regular en las aulas, debido a la necesidad de tratar todos los temas expuestos en la programación, y las posibles dificultades que se siguen de trabajar con grupos amplios de jóvenes, considero que llevar a ellas el teatro es una manera de facilitar la disposición al aprendizaje. 

  A lo largo de nuestra vida, pasamos por diferentes fases en las que nuestro auto-concepto y la imagen general que tenemos del mundo, se va configurando en base a experiencias y a las ideas y opiniones que se crean de nuestro contacto con los demás. Sin duda, la auto-percepción está estrechamente ligada a nuestra relación con resto. En cambio, en esa búsqueda de la identidad, y de la salud, entendida como el bienestar físico, psíquico y emocional, la última palabra la tenemos nosotros. 

  En la actividad de hoy se nos invitaba a reflexionar sobre las figuras del coach educativo, el tutor, el orientador, el asesor y el “influencer”. Yo he optado por presentar la del Clown y tratar de profundizar en su función. Y también en la del teatro, como medio de reencontrarnos con esas capacidades con las que todos contamos desde niños, necesarias para transmitir y comunicar, y que con el paso de los años van cubriéndose de inútiles capas de prejuicios y cargas sociales. 




  El payaso, como es conocido hoy en día, se ha formado por distintos elementos pertenecientes a la cultura a lo largo del tiempo. Desde la época medieval y la aparición de los bufones, hasta el momento actual, ha tomado en cada etapa su propia forma. Y ese es el principal argumento a su favor: su trascendencia espacio-temporal, social y cultural. La cual, probablemente, pueda entenderse debido a esa toma de conciencia que nos trata de lanzar, al intento por sensibilizarnos desde de la salida de nuestra interioridad como posicionamiento en el lugar del otro. La técnica del Clown no puede ser entendida sin el ejercicio de introspección, ya que consiste en la búsqueda de aquellos aspectos de nuestra personalidad que no nos agradan tanto y su consecuente transformación en objeto de broma como superación de estos, al exponerlos en público. En este ejercicio se aúna, por tanto, el reconocimiento que queremos obtener de los demás, junto con la necesidad de aceptarnos a nosotros mismos, creándose así un contexto mágico en el que nuestras debilidades pasan a convertirse en algo que provoca la carcajada compartida. 

  Considero que la belleza de esta figura reside en su poder de mostrar al público, sin juicios de valor, el placer de exhibir el fracaso y el ridículo humano ante unos espectadores que observan con asombro. Esa pesadez propia de lo que consideramos son nuestros defectos y lastres da lugar, así, a lo más ligero y genuino que existe, la risa, como la otra cara del sufrimiento, en el paso del yo al nosotros. Todos tenemos dentro a nuestro Clown, sólo debemos darle permiso para salir. 

  Y es que cabe preguntarse: ¿Es posible llegar a ser buen docente (o médico, escritor, etc.) sin ese intento por descubrir quiénes somos y qué queremos llegar a ser? Y lo que es más importante: ¿Seremos capaces de relacionarnos de forma sana y conseguir nuestros objetivos sin la capacidad de reírnos de nosotros mismos?   

  Puede que sí, pero sin duda será una tarea mucho más ardua y superficial. 

  Os dejo por aquí este post en el que se explica la evolución en la figura del payaso y los diferentes tipos existentes para que le echéis un vistazo, si os llama la atención el tema. 




  Y la recomendación de un libro que me encanta: 




   ¡Hasta la próxima!

Comentarios

  1. Me parece muy interesante tu entrada Clara, nadie nos enseña cómo desenvolvernos en las aulas y talleres como el clown ayudarían a conseguir más seguridad en uno mismo.

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  2. Lo cierto es que presentar la figura del clown en vez de la de influencer me parece una maravilla. Siempre he opinado que la formación que ofrecen las artes escénicas, sobre todo teatro o clown pueden ser de gran ayuda para un maestro y son menospreciadas (es demasiado lúdico, no encaja con el prototipo de clase, etc.). Nada más lejos de la realidad, no solo nos ayudan a mejorar nuestra capacidad de comunicación si no que el trabajo de las emociones seguro que es de gran ayuda tanto para los alumnos como para nosotros mismos. Muchas gracias por tu entrada.

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