Para ilustrar la grandeza, responsabilidad y dificultades que la profesión del docente entraña, hemos visto un vídeo de Documentos TV titulado "Un pulso al fracaso". En él, aparece la Fundación Tomillo, un centro educativo en el que jóvenes que habían renunciado a seguir estudiando tienen una segunda oportunidad para tener una vida mejor y limitar el riesgo de caer en la exclusión social.
Nuestro sistema académico, tan dependiente del político-económico, resulta estéril para tratar con ciertos adolescentes cuyas circunstancias socioculturales y económicas son complicadas. En el video se muestran las historias de Odei, Ainara y Juan, a quienes, por su falta de interés en terminar los estudios en secundaria, se les ofrece la opción de acudir a este centro y estudiar un módulo formativo, independiente de la educación convencional. Esta Fundación forma parte de una red de centros de segunda oportunidad europeos, donde se trata de enseñar, más desde el paradigma de cada individuo y no desde el colectivo, primando los rasgos y deseos propios de cada uno por encima de los planes de estudio establecidos.
En este tipo de escuela, se observa una aplicación práctica de los conocimientos que se exponen a través de ciertas labores, como llevar bandejas o cocinar, las cuales muestran los entresijos de cada trabajo. Así, los estudiantes pueden saber lo que se encontrarán cuando terminen su formación y tienen tienen la oportunidad de elegir lo que prefieren hacer. Además, interviene la acción de educadores sociales que tratan de conocer de cerca cada caso en particular, haciendo mucho más completa la bonita experiencia de devolver a los jóvenes la seguridad en sí mismos.
Cuando vimos este documental en clase, el artículo que me tocó fue el 91.1. j: “La participación en la actividad general del centro”. He considerado oportuno relacionarlo con un momento del film en el que Juan se muestra desinteresado con respecto a las actividades del centro, no acude a clase y no pone empeño en terminar la formación. Por ello, se decide que para darle un toque de atención, debe pintar la valla del centro. Me pareció que esta labor, aun siendo producto de un comportamiento cuestionable por parte de Juan, le hacía partícipe de la actividad del centro. Incluso él mismo comentaba que así ya sabría desempeñar esa tarea para próximas ocasiones y no se mostraba muy a disgusto con ella, lo cual me sorprendió positivamente. Y creo que el secreto de esa reacción en él es fruto de la forma en que los docentes, y el resto de profesionales implicados, tienen de acercarse a él. Podría decirse que en el fondo él sabe que lo que se persigue es su bien y por ello no se muestra a la defensiva.
Como hemos podido tratar a lo largo de esta y otras sesiones es que el fracaso escolar está estrechamente relacionado al fracaso social. Cuando un joven deja de interesarse por los estudios y su curiosidad disminuye, casi siempre suele haber una razón que subyace a esa actitud. Una razón tan poderosa como para que este en cuestión ya no encuentre fuerzas para seguir enfrentándose a los objetivos marcados. De ahí la importancia de reforzar la confianza del alumnado, provocar su curiosidad, apelar a su lado ambicioso y darle la oportunidad de poder tomar decisiones desde la autoconciencia.
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