O Pelouro

  En la actividad de reflexión y análisis de hoy, se nos ha invitado a conocer más a fondo el procedimiento de la escuela O Pelouro, ubicada en Caldelas de Tuy, Pontevedra. 

  En este centro se combinan técnicas de innovación pedagógica e integración desde el curso 1972-1973, de la mano de Teresa Ubeira Santoro y Juan Rodríguez de Llauder, sus creadores. Entonces, cuando el franquismo llegaba a su fin y las ideas de la II República volvían a tomar fuerza, emerge esta propuesta, en la que entran en vigor programas educativos cercanos a las ideas de la Institución libre de enseñanza. 




  El proyecto que se defiende se asienta sobre un ambicioso planteamiento, en el que se otorga un gran valor a la infancia, entendida como un periodo crucial en el desarrollo de la personalidad de los individuos, al que hay que entregarse de forma total y velar por su enriquecimiento. Desde este entramado educativo se ponen en práctica los valores del respeto a la diversidad, la igualdad, la solidaridad y la convivencia, junto con la defensa de la libertad individual, aunando el enfoque propio de la pedagogía con el de la psiquiatría. 

  En el centro, jóvenes de todas las edades y características, algunos con problemas emocionales o mentales, se reúnen con el fin de expandir sus horizontes y aprender de forma conjunta. Teoría y práctica se combinan de tal forma que los contenidos que aparecen en los libros pueden ser después asimilados a través del contacto con la naturaleza y, sobre todo, gracias a la interacción social y el desarrollo cognitivo-emocional que se propicia desde la escuela. 

  Esta particular forma de entender la educación se traslada a la acción en base a una concepción de la infancia como un período vital óptimo para la creación de experiencias fundamentales en la construcción de la personalidad, el proceso de enseñanza-aprendizaje y el énfasis en la socialización a través de la integración. La atención individualizada que cada alumno recibe se inscribe en una dinámica grupal que permite avanzar en el programa de contenidos. Sin embargo, lejos de otorgarse una importancia desmedida a impartir esos conocimientos, el esfuerzo se centra en enseñar a los pequeños a pensar, a educarlos para vivir en sociedad, respetando su individualidad.

  A diferencia de la educación institucionalizada que todos conocemos, en este centro es posible dar voz a los alumnos, satisfaciendo su necesidad de sentirse especiales y únicos en el mundo. Y es aquí donde reside su grandeza: en la capacidad de lograr que, al regresar a casa, los niños y niñas conserven su autenticidad y espontaneidad propias de la edad. Es decir, luchar por que las exigencias que se siguen del modelo de la Escuela de contenidos, donde priman la competitividad, la rigidez, la excesiva burocracia o las limitaciones psicológicas, no acaben por homogeneizar la personalidad del niño en cuestión y le permitan disfrutar de su infancia de forma plena. Lo que se intenta desde O Pelouro es evitar que el proceso de enseñanza se homogeneice de tal manera que los estudiantes pasen a ser considerados sujetos sumisos y no reflexivos en los que se ha de depositar toda una serie de contenidos y métodos que el educador transmite sin más profundización. Es una oposición a ese sistema de enseñanza orientado al tener y al saber hacer, antes que al ser y el aprender a pensar. 

  Si bien es cierto que este tipo de planteamientos me parecen más que alentadores y deseables, a riesgo de parecer pesimista, creo que el trasladarlos a gran escala, a contextos más amplios, sería difícil y probablemente las ideas acabarían perdiendo fuerza. Basta con observar cualquier centro de enseñanza común para constatar que en la mayoría de ocasiones, los docentes no son conscientes de los problemas a los que se enfrentan los alumnos, bien por no estar lo suficientemente pendientes, o bien por no tener el tiempo suficiente para hacerlo o demasiados alumnos a su cargo. Sin embargo, este tipo de proyectos me inspiran para seguir dibujando ese camino hacia la transformación del sistema de valores. Y me devuelven esa esperanza que todos necesitamos para recuperar la sensibilidad y humanidad que la era de la técnica nos ha pretendido hacer olvidar.



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